lunes, 1 de marzo de 2010

1 de Marzo

“¿A qué no sabes cuanto me ha costado?”

Si bien hace un tiempo con ésta frase se hacía ostentosidad del elevado precio de cualquier artículo (y por ende del gran nivel de vida que el poseedor se podía permitir) actualmente nos vamos encontrando con el fenómeno opuesto. Quizás por la evolución que provoca vivir en una sociedad donde la ley de mercado (menor coste a mayor calidad posible) lo rige prácticamente todo, o por otras característica sociales tremendamente aburridas de desarrollar, el bajo coste de cualquier objeto se ha convertido en parte del valor que a éste se le da.

En otras palabras, ahora no importa tener algo bueno, sino además hay que conseguirlo lo más barato posible, y ello con independencia del nivel de renta de la persona. Alguien que gana 400 euros al mes puede sentirse más inteligente que otro que gana tres veces más solo por satisfacer los mismos deseos a un precio menor. Y eso está bien. Muy bien incluso. Pero como la humanidad no cesa jamás en su empeñó de encontrar nuevas maneras de ser gilipollas, además de quien utilizaba sus muy caras e innecesarias marcas para despreciarte, ahora hemos de lidiar también con el sujeto que te tilda de malcriado, capitalista o imbécil (no lo duden que podría seguir), por no meterte el mismo trabajo que él para encontrar las mejores ofertas. Que ya puedes tener una renta millonaria que coger taxis es de idiotas.

Y el dinero no nos va a seguir a la otra vida, por lo que convendría recordar que obsesionarse con encontrar el menor precio no es astucia, sino tacañería.

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"La sorpresa es un factor importante en los regalos."