martes, 8 de julio de 2008

Puro café

En una plaza de la capital Catalana, entre botellas medio acabadas de alcohol fuerte, jóvenes en estado puro con minis en las manos y un calor nocturno propio del verano español. Nuestro pequeño aprendiz de punki, Antonio, charla con Mónica, una neo hippie, a veces medio rocker, con una sonrisa y unas rastas, de las cuales cuelgan cascabeles, capaces de robar mas de un corazón.

Los dos cuerpos se arriman nerviosos. Brindan, más de una vez, con alcohol barato hasta que a Antonio se le ocurre la genial, y para el, intrépida idea de invitarla a un café mañana por la tarde. Ninguno de los dos es de tomar café, quizás ni siquiera lo pidan. Pero a los dos ese café les suena a algo más que a su sabor amargo. Piensan, intuyen, que el hecho de tomar un café hace referencia a algo mucho mas intimo, mucho mas serio. Los dos prefieren la cerveza, no obstante, se gustan, así que elegirán la promesa que inspira el querer tomar una taza de café al día siguiente. Esta noche sus cuerpos se buscaran, animados por el alcohol, y cada uno despedirá la noche sabiendo que a la mañana siguiente un café, y mucho mas, les espera.

Esa misma noche, a unos quinientos kilómetros, una pareja joven, tanto en edad como en tiempo de relación, rememora con una sonrisa como empezaron. Andan enfrascados en el ambiente que suscita una cafetería barata y tranquila de la ciudad. Su primer beso también fue en una cafetería lejana pero muy parecida. Y como en el presente, también fue arropado por el sabor amargo, que tan dulce supo, del café.

La Wikipedia arroja varios datos interesantes sobre el café. Su uso empezó a ser utilizado en África, para los animales y para avivar el valor de los guerreros antes de la batalla. El mayor exportador del mundo es Brasil. La plantación de café da trabajo a 25 millones de personas y en el año 2001 seis millones de toneladas.

Personalmente, me gusta el café. Y siempre me he sentido maravillado, y no avergonzado (que me da igual que sea borreguismo, leñe) por los motivos por los que el café me inspira esa sensación tan agradable al paladar.

Cierto es que es un líquido amargo, pero no es su sabor lo que engancha, si no la conciencia colectiva de asociar ese líquido a situaciones agradables; lo que hace que nos atrevamos a “engancharnos” y seamos nosotros mismos los que fomentemos el “enganche” de las futuras generaciones (¡Que si! ya se que es borreguismo… pesao)

Un café me sabe a charlas agradables, a interesantes debates, a momentos de soledad y reflexión, a buena música en un local agradable y hasta partidas de ajedrez eternamente buenas. Realmente no lo consumo en exceso (tiene un competidor llamado chocolate caliente) Pero en honor al recuerdo de los momentos tan agradables junto a mi compañero, seguiré invitando a la gente a un café y seguiré disfrutando de un “te quiero” de forma mas intensa cuando vaya acompañado de su aroma.