Me encontraba el otro día escuchando un programa de Intereconomía, que al parecer no es un señor gordo y pretencioso que se mete con el Intermedio sino entre otras cosas un canal de radio, cuando llegue a la conclusión de lo rematadamente fácil que tiene que ser producir resentimiento para los periodistas expertos. No es que sea un gran notición, entra más bien en la categoría de pequeñas verdades no muy reflexionadas, pero el hecho me golpeó con suficiente fuerza como para venir a contarlo aquí.
El caso es que una serie de señores o señoras, miembros y miembras, se encontraban debatiendo y expresando sus muy formadas opiniones sobre los sucesos políticos acontecidos en el día. Y apareció la noticia de que el parlamento vasco había tomado la resolución de permitir que la vuelta ciclista española y los partidos de futbol de España se jugasen en Euskadi. Gesto que por cierto no tiene mucho de efectivo si los propios estadios no emiten el deseo a la federación o si no se considera viable el paso ciclista por un posible atentado. Y allí que analizaron el hecho.
Explicaron, con correctas y buenas palabras, que el Partido Nacionalista Vasco no tiene vergüenza alguna por negarse a votar a favor ya que la semana pasada ellos habían exigido que el ejercito español protegiese a los atuneros de Euskadi. Que caraduras que eran, los muy fariseos negaban el derecho a los españoles a pasar por sus tierras pero a la vez intentan ordeñarles para que sean ellos los que protejan lo que ellos denominan “sus buques”. Y ahí que terminaban con esa reflexión, que tenía bastante de cierta y contenía una lógica aceptable.
¿Cual era el problema entonces? ¡Pues que habían conseguido saltarse la parte en la que el parlamento vasco demanda que esos deportes nacionales se jueguen en el País Vasco! Y así, el oyente incauto se lleva una buena ración de resentimiento de una noticia que desde otro prisma le podría a ver arrancado alguna sonrisa. Pasando de “mierda de etarras” a un “por fin nos quieren dentro”.
Y así vamos con nuestras dos Españas, que mentir no me mienten, pero resentirme me resienten un cojón.
El caso es que una serie de señores o señoras, miembros y miembras, se encontraban debatiendo y expresando sus muy formadas opiniones sobre los sucesos políticos acontecidos en el día. Y apareció la noticia de que el parlamento vasco había tomado la resolución de permitir que la vuelta ciclista española y los partidos de futbol de España se jugasen en Euskadi. Gesto que por cierto no tiene mucho de efectivo si los propios estadios no emiten el deseo a la federación o si no se considera viable el paso ciclista por un posible atentado. Y allí que analizaron el hecho.
Explicaron, con correctas y buenas palabras, que el Partido Nacionalista Vasco no tiene vergüenza alguna por negarse a votar a favor ya que la semana pasada ellos habían exigido que el ejercito español protegiese a los atuneros de Euskadi. Que caraduras que eran, los muy fariseos negaban el derecho a los españoles a pasar por sus tierras pero a la vez intentan ordeñarles para que sean ellos los que protejan lo que ellos denominan “sus buques”. Y ahí que terminaban con esa reflexión, que tenía bastante de cierta y contenía una lógica aceptable.
¿Cual era el problema entonces? ¡Pues que habían conseguido saltarse la parte en la que el parlamento vasco demanda que esos deportes nacionales se jueguen en el País Vasco! Y así, el oyente incauto se lleva una buena ración de resentimiento de una noticia que desde otro prisma le podría a ver arrancado alguna sonrisa. Pasando de “mierda de etarras” a un “por fin nos quieren dentro”.
Y así vamos con nuestras dos Españas, que mentir no me mienten, pero resentirme me resienten un cojón.