martes, 10 de febrero de 2009

El Emperador de Estados Unidos.

Tengo una historia. Empieza en Septiembre de 1859; va sobre Joshua Norton, Norton I, primer y último emperador de Estados Unidos. Un hombre que se proclamó a si mismo en Estados Unidos, la tierra de las oportunidades, de caos y confusión, monarca. Pues vio la necesidad de serlo y la necesidad de los demás de que lo fuera. Joshua era un loco, un empresario que la vida había arruinado. Pero con su locura cumplió un sueño, por el cual la humanidad ha muerto y asesinado por miles, quiso ser emperador y lo fue.

No se deshizo en los delirios de los vagabundos (oprimidos por la pobreza, el hambre y el desprecio de la masa) porque como Emperador tenía el deber de satisfacer a sus súbditos, aunque solo fuese provocando sus risas. También esquivó las garras de la insatisfacción, provocadas por el deseo consumista que ya se extendía como un virus por toda la población, pues el era Norton I, monarca de Estados Unidos; y esto le bastaba. Y evito la tristeza, pues aunque realmente sólo era un vagabundo más, abandonado en las lluviosas calles de San Francisco, nunca desespero ¿Por qué iba a desesperar? El quería ser Rey, y lo fue.

Su historia termina en Enero de 1880, cuando su corazón le falló y 10.000 personas desfilaron ante su capilla honrando al primer y último emperador de su tierra. Reclamo turístico de la ciudad.

También tengo una idea. Va sobre las personas y sus sueños. Y como estos son capaces de hacerlos felices sin que les importe como se desarrolla el mundo a su alrededor. Pues si algo hace humanas a las personas es su facultad para soñar y luchar por cumplir esos sueños.

A veces pienso que el camino de los sueños es el único que merece seguir. Pues nunca se termina; se queda ahí, contigo, haciéndote feliz hasta el fin de tus días. Y que es mejor que los sueños no se cumplan del todo, que se acerquen a ti, hasta casi rozarte, pero que no terminen de cumplirse. Ser felices con ellos como es feliz el amante que espera el beso a un milímetro de los labios de quien desea.

Estoy seguro que nuestro señor Norton I no hubiese sido más feliz si el mundo hubiese satisfacido completamente su demanda, sentado en el balcón de palacio saludando a las masas enfurecidas. Creo que le bastaba con soñar lo que quería ser. Que le bastaba con vivir ese sueño sin llegar al alcanzarlo del todo.

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"La sorpresa es un factor importante en los regalos."