lunes, 1 de diciembre de 2008

¿Algo bonito mujer?... Alhambra.

“Todas las ciudades tienen su encanto. Granada el suyo y el de todas las demás.”
Antonio Machado.

“Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”
Francisco Alarcón.

“Por el agua de Granada, sólo reman los suspiros”
Federico García Lorca.

Y voy a hablar de Granada. Primero, dándole las gracias a Teresa por haberme llevado. A la señora Shirake por incitarme a hacerlo. A todas las personas que me van a acompañar en segundas, terceras e incontables visitas. Y sobre todo a los que van a leer este texto sabiendo que de crítico tendrá poco. Perdónenme el deseo de escribir para elogiar por elogiar. Granada se lo merece, así de sencillo.

La ciudad forma parte estrella de la belleza de España y parece más bien un lugar de acogida para cierto tipo de juventud. Es de paso obligado para quien sepa admirar la comida simple, buena y barata, el encanto de la historia y cultura cristiana, judía y árabe, la afabilidad de sus gentes y, porque no, el acento brusco y seductor (a mi entender) del que gozan sus gentes.

Allí, las tapas son una forma de vida. “Si quieres comer bien ve al norte. Si quieres beber y comer en cantidades obscenas… a Granada” Gozando de la mocedad como la gozo, la opción granadina obviamente me llena de felicidad. Y si no me tomé diez tapas regadas con ocho tintos y dos cervecitas, no me tome ninguna. Sin olvidar un té con un creep con chocolate y almendras, una forma distinta del famoso kebab y un bocadillo de un tamaño tan colosalmente grande y de un coste tan jodidamente ínfimo que debería estar prohibido por dos de cada tres religiones actuales. Granada sabe rica.

Luego esta el Albaycin, el barrio árabe para occidentales. Una sucesión de tiendas, bazares, puestos, magia, teterías y mucho consumismo. La sucesión de comercios, ascendiendo por barrios del casco antiguo, ofrecen una gran variedad de productos, la mayoría de índole árabe-hippiesco, donde podemos encontrar los productos bastante mas baratos que en otras ciudades y bueno, ya sabéis, con ese toque de autenticidad que hace que todo lo que compres sea mas especial sólo porque sale de ahí (el ambiente es el ambiente).

He mencionado las teterías, matizo, me refiero a establecimientos que realmente son teterías. Donde hay una estética realmente árabe, donde se ofrecen unos precios realmente coherentes y donde, dios mío casi no me lo creo, el té realmente sabe a té. ¡No ha descafeinado del Consumer!

Por terminar: dos cosas que hay que hacer si o si. Ir a la Alhambra (cosa que todavía no he hecho porque la gente tiene esa irritante manía de querer hacer las cosas que quiero hacer yo, malditos borregos) Y subir al mirador de la ciudad cuando es de noche, disfrutando de las calles cerradas de aspecto y origen medieval, como fantaseando que estamos en los siglos de Alatriste y en el próximo recoveco oscuro vamos a batirnos por nuestra vida en duelo de espadas y navajas, para acabar mirando las estrellas y la citada Alhambra de fondo, entre un mar de lucecitas inocentes formadas por las farolas y ventanas de esa gran ciudad.

4 comentarios:

  1. Granada es simplemente COLOSAL!!Por eso me enamoró y por eso me sigue conquistando en cada visita, en cada ojeada a cualquier rincón...

    Supongo que nunca deja de sorprenderme y emocionarme y ahí, pequeño escritor de articulos, esta la clave de su encanto.

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  2. Granada huele a té y sabe a tapas... es preciosa, una ciudad realmente mágica, una ciudad en la que nunca te sientes extraño...

    Tienes que volver para visitar la Alhambra y sus jardines, y si puedo iré contigo, porque guardo unos recuerdos geniales :)

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  3. Ya sabe usted que se lo cambio por una visita al norte en un día de tormenta.

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  4. Pues yo recuerdo los comentarios de cierta persona que volvió no demasiado entusiasmada...la la laaa xDDD

    sacrilegio...yo aun no e ido u.u

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"La sorpresa es un factor importante en los regalos."